viernes, 13 de noviembre de 2009

El Mariquelo

Los antecedentes

El 31 de octubre de 1755 las entrañas de la tierra bramaron a escasos kilómetros de las costas de Lisboa. El terremoto pasó a formar parte de esa espantosa lista de los más devastadores de la historia. Aunque en aquella época, la sismología contaba bien poco, podemos imaginar un desastre similar al del famoso terremoto de San Francisco, en el pasado siglo. Según las crónicas de la época, Lisboa quedó totalmente arrasada.

El temblor de tierra se propagó a cientos de kilómetros de allí y en la capital salmantina, a la misma hora en que Lisboa se llenaba de escombros, la población se refugiaba en la catedral presa del pánico, mientras sentía los tañidos de las campanas sonando sin intervención humana y el suelo tambaleándose bajo sus pies.

Uno de los efectos de aquel movimiento de tierra fue la inclinación de la torre de la Catedral Nueva, que actualmente tiene, efectivamente, una ligera inclinación sobre el plano, imperceptible a simple vista, pero que no quita para que haya sido apuntalada interiormente en varias ocasiones.

El origen

El cabildo catedralicio de Salamanca en aquel momento dio origen a lo que más tarde se convertiría en una tradición, cuando estableció que todas las vísperas del día de Todos los Santos (tal día como el del desafortunado suceso), subiese alguien para tocar las campanas, incluso la más alta y externa de la torre (la denominada "del Reloj" que se encuentra en el cupulín, que sólo es accesible desde fuera de la cúpula de la torre), como acción de gracias al Señor por evitar mayores catástrofes y rogar porque no sucediese nuevamente. Al mismo tiempo, el encargado de cumplir con tal misión, debía trepar al pináculo con el fin de medir la angulación de la torre de año en año.

Dentro de la catedral tenía su vivienda una familia encargada de llevar a cabo los distintos toques de campanas y fueron ellos los encomendados para cumplir con el edicto del cabildo catedralicio. En Salamanca eran sobradamente conocidos. El apodo de la familia: Los Mariquelos.

La actualidad

En 1976, Fabián, el último descendiente de la familia de los Mariquelos, cumplió por última vez con una tradición centenaria. Después de aquello, se dio por perdido aquel rito.

Sin embargo, Ángel Rufino de Haro, rescata nueve años después aquel cometido y, el 31 de octubre de 1985, asciende a lo más alto de la torre de la Catedral Nueva de Salamanca, toca la campana del Reloj, trepa hasta la veleta, en lo alto del pináculo con el tamboril al hombro y agarrado por medio de las piernas a la bola que sustenta el punto más alto de la catedral, más allá del cual se extiende el cielo, toca la gaita y el tamboril durante un cuarto de hora a ritmo de charrada.

Ángel Rufino de Haro acababa de rebautizarse en ese momento como "El Mariquelo", el depositario de la antorcha que obliga a cumplir con esa tradición.

Año tras año, el Mariquelo realiza la ascensión a la torre y veleta de la catedral, vestido con el traje tradicional y portando sus instrumentos de trabajo, la gaita y el tamboril. Una subida que pone los pelos de punta al contemplarle encaramado al exterior de la cúpula, al ver algún que otro resbalón mientras asciende o al oírle tocar desde las alturas.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Mire los muros...



Francisco de Quevedo

(1580-1645)

Miré los muros
Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.