Pierre De Boudeille, señor de Brantôme (1540-1614), fue contemporáneo a la expansión del Impero español y conoció de la primera mano las actuaciones de los tercios de infanteria españoles. El historiador y aventurero francés, escribió entre otras obras "Bravuconadas y juramentos de los españoles", el libro refleja la forma de vida y los personajes de la época, el libro nunca fue traducido al español hasta hace relativamente poco.
"Las fanfarronadas españolas superan a las de cualquier otra nación, tanto que debe reconocerse que la nación española es brava, bravucona y valerosa, y de genio vivo y hábil para improvisar frases con ingenio..."
Textos extraídos:
... A ellos se ha debido y se debe que el gran rey de España inspire terror a todos sus enemigos, ocultos o descubiertos, y que cuando se divulga la presencia de tan solo ocho mil soldados españoles nativos en su ejército, sus enemigos se retiren y abandonen el campo.
Y lo más notable de todas estas hazañas es que no las han llevado a cabo grandes masas de hombres, sino tropas reducidas; porque nunca se han hallado diez mil españoles juntos en una ocasión, que la mayor no pasaban de ocho o nueve mil, de los cuales nunca quedaron tendidos los cadáveres de más de tres mil...
"...Pues ellos son quienes en los últimos cien o ciento veinte años han conquistado, por su valor y su virtud, las Indias Occidentales y Orientales, que forman un mundo completo. Ellos son los que tantas veces nos han combatido, batido y rebatido en el reino de Nápoles, expulsándonos finalmente de allí.
Y otro tanto han hecho en Milán, cuya ocupación tanta sangre y recursos nos había costado, y nos han frustrado arrebatándonos nuestro antiguo patrimonio.
Y no contentos con los bienes que nos quitaron, pasaron a Flandes y vinieron a Francia para intentar expulsarnos de nuestros hogares; y si bien no lo lograron, nos han causado grandes males, nos han tomado ciudades y ganado batallas y han hecho perecer a no sé cuántos cientos de miles de los nuestros, aunque nosotros también hemos hecho morir a muchos de los suyos.
Ellos son los que han triunfado sobre los alemanes y les han puesto el yugo en la guerra de Alemania, cosa no oída, ni vista ni realizada desde el gran Julio César u otros grandes emperadores romanos.
Ellos son los que, siguiendo la divisa de su gran emperador Carlos, de avanzar más allá, han cruzado el mar y caído sobre África y tomado su principal ciudad y fortaleza, Túnez y La Goleta.
Ellos son los que han pasado a Berbería y tomado el reino de Orán, las ciudades de África y Trípoli, Vélez y su peñón, y que más hubieran logrado sin el bárbaro elemento del mar y del cielo, no más suave ni piadoso uno que el otro, que les detuvo con su emperador, privándoles de la ocasión de tomar el reino de Argel, el cual habrían ganado sin la menor duda, si aquellos elementos hubieran querido favorecer, por poco que fuere, tal empresa.
Son ellos quienes, con unos puñados de tropas instalados en las ciudadelas, roques y castillos, mantienen bajo rienda e imponen la ley a los potentados de Italia y a los estados de Flandes y en diversos lugares de la Cristiandad, incluso en Berbería, Morea y otros países infieles, y hasta en Transilvania con el valiente Castaldo, y en Hungría y Bohemia.
Son ellos los que hacían sentirse invencible al emperador Carlos cuando, en lo más apurado de sus negocios y batallas, se veía en medio de no más de cuatro o cinco mil españoles, sobre cuyo valor arriesgaba su persona y su imperio y todos sus bienes, y decía a menudo que "la suma de sus guerras era puesta en las mechas encendidas de sus arquebuzeros españoles".
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